Al principio, cuando no había orden ni claridad, cuando aún no había luz ni día y el hombre aún no era creado, el jaguar, el señor de la noche, era el señor de todas las criaturas. Todo lo dominaba, el universo entero era su reino. Era la fuerza original, la mayor de todas. Libro ilustrado que ofrece una visión general del jaguar en la cultura prehispánica mexicana; imágenes poéticas evocadas con un leguaje cercano que se complementan con ilustraciones de texturas y colores cautivantes
Al principio, cuando no había orden ni claridad, cuando aún no había luz ni día y el hombre aún no era creado, el jaguar, el señor de la noche, era el señor de todas las criaturas. Todo lo dominaba, el universo entero era su reino. Era la fuerza original, la mayor de todas. Libro ilustrado que ofrece una visión general del jaguar en la cultura prehispánica mexicana; imágenes poéticas evocadas con un leguaje cercano que se complementan con ilustraciones de texturas y colores cautivantes
Jaguar, "Corazón de la Montaña"
Este es el corazón de la montaña. Tepeyólotl, en náhuatl “Corazón de la Montaña”, era un jaguar que cuidaba las cuevas. Para los otomíes es el guardián de éstas y también de los muertos. “En México se dice que cada cerro tiene su propio tigre”.
En la época prehispánica, las personas de la nobleza de algunos grupos mayas deformaban sus cabezas desde niños para parecer jaguares. En el Popol Vuh los primeros hombres fueron cuatro jaguares. Se llamaban B’alam Ki’itze’ (Jaguar del bosque) B’alam Aq’ab’ (Jaguar de la Oscuridad), Ik’i B’alam (Jaguar Negro), y Majuk’utaj (El Viajero). Antiguamente se ponía un pedazo de piel de jaguar bajo el petate de los recién casados, ya que el jaguar se relacionaba con la fertilidad. Por sus hábitos nocturnos, el jaguar pertenece al espacio y tiempo del sueño y de la noche.